Estar obsesionado es tener el pensamiento ocupado, todo el tiempo, por una sola idea; este tema coloniza la mente a tal punto que no nos deja dedicarnos a ninguna otra cosa, por placentera que sea.
¿Cómo sería ser presa de una obsesión, en el terreno amoroso? Nuestra mente sería invadida por pensamientos referidos a la persona amada, pero de un modo tan constante y excluyente que el resto de nuestra vida quedaría virtualmente abandonado.
Me ocuparé de dos variantes frecuentes del amor obsesivo. El primer caso es el de las personas que viven aferradas a un amor no correspondido, inalcanzable ya sea porque la persona amada ignora o rechaza al amante o porque, más trágicamente, el amante ni siquiera puede llegar a declarar su amor.
En estos casos, la conquista del ser amado ocupa toda la existencia: el amante lo acompaña ocultamente, le escribe, le hace llegar regalos… No recibe retribución afectiva alguna, y, sin embargo, su insistencia no cesa. El amor se convierte en imposible. Siempre el amante tiene la expectativa de que va a ser correspondido; pero no: se encuentra con una pared de indiferencia y esto le provoca un sufrimiento terrible y una sensación de frustración, pero aún así continúa exponiéndose, viendo siempre al final del camino la luz de una posibilidad de concreción, remota. Se idealiza al amado de tal manera, que se siente que sólo en su compañía tendría sentido la propia existencia. Los amantes obsesivos viven así sumergidos en ese pensamiento y no pueden ni por un instante desprenderse de él.
Una segunda variante del amor obsesivo es el caso en que el amante, habiendo conseguido ya iniciar una relación amorosa con el amado, decide centrar toda su vida en torno a él: sus pensamientos, y sus acciones. Se dedica entonces a perseguir a la persona amada con los celos y el control. Hay individuos que están encaprichados con otros como si fueran una propiedad privada sobre la cual sólo ellos tienen derecho. Se vigila al otro: se lo sigue por medio del correo electrónico, se llama a su celular varias veces por día controlando dónde está o qué está haciendo, se llega intempestivamente a su lugar de trabajo, se averigua sobre él por medio de sus amistades, se observan sus movimientos… y se imaginan historias, que producen sentimientos de odio y amor al mismo tiempo. Esa mezcla es tan fatal que no permite al amante vivir el disfrute de un amor intenso.
Esta situación persecutoria puede ir creciendo gradualmente hasta que la persona amada se siente ahogada, y decide terminar la relación. Pero cuanta más fuerza hace por liberarse, más desesperación causa en el amante y más realimenta su obsesión. Una película en donde está muy bien descripta esta temática es “Atracción Fatal”, donde Glenn Close interpreta a una mujer dispuesta a cualquier cosa con tal de no perder al objeto de su deseo, y llega hasta las últimas consecuencias, como podría ser la de querer eliminarlo.” O es mío o no será de nadie”: ese es un pensamiento clásico en este tipo de relaciones.
En mi experiencia, encuentro con cierta frecuencia, casos de celos enfermizos. Mi preocupación es siempre la de ayudar al consultante a que reflexione sobre la situación y pueda, de ese modo, detectar el peligro con anticipación. Se trata de registrar el momento en que uno de los dos actores del juego amoroso empieza a pensar en el otro como en un objeto, al que trata de acorralar para que se someta a sus requerimientos. A veces el acosado tiende a ceder para calmar al acosador (“¡Es que si no le contesto el celular se vuelve loco! ¡Es capaz de venir a hacerme un escándalo en mi trabajo!”). Pero no se consigue nada: parecería que se acrecienta cada vez más ese poder que agota y destruye al otro, hasta que genera odio en lugar del amor que se quería conseguir. Y cuando empieza el circuito del odio mezclado con el amor, estamos en presencia de un “cocktail” altamente explosivo.
Sería importante estar atentos en nuestras relaciones afectivas. Cuando empezamos a detectar indicios de maltrato, debemos registrarlos y ponerles límites. Que el miedo no nos paralice. No podemos cambiar al otro; la única persona a quien podemos cambiar es a nosotros mismos. Busquemos alguien que nos quiera bien y contemple nuestras necesidades y deseos. No perdamos nuestro centro. El amor es maravilloso, siempre y cuando esté impregnado de respeto y cuidados mutuos.
Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
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