Dice el refrán  que “el que se quemó con leche ve el yogurt y sopla”. Y advierte Cervantes en el Quijote: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Lo lógico  es que una persona aprenda de sus fracasos y que no vuelva a cometer los mismos errores. Intentar por segunda vez el matrimonio no es algo que deba intimidarnos, como sugiere el primer refrán; pero sí es importante que tomemos precauciones para que nuestra segunda aventura sea exitosa.

Generalmente  los segundos matrimonios  suceden cuando las personas ya no son tan jovencitas. Ya cursaron el primero, aunque  la experiencia haya sido complicada y difícil.  Todo lo que vivieron en la relación anterior  como fracaso, puede servirles de plataforma para construir una historia mejor. Por otra parte, cada uno de los dos ha experimentado cambios: ya no es el mismo que era en la época de su primera pareja; en cada relación, en cada vínculo, somos diferentes.

Siempre recuerdo la anécdota de una paciente  a quien se le había muerto su mamá, una de esas señoras muy cuidadosas que enfundan los sillones  para que no se ensucien. Tenía, sobre el aparador de la sala, una fuente de cristal tallado, con su juego de vasos. Esa fuente era una reliquia, un regalo de casamiento que cuidaba pero nunca usaba.  Mi paciente y sus hermanos sabían que ese objeto era para mirar y no tocar. Pero he aquí que su padre se volvió a casar y  el nuevo matrimonio comenzó a vivir en la misma casa. El primer día que mi paciente  fue de visita, se llevó una sorpresa: las fundas de los sillones habían desaparecido, y la fuente…, la  famosa fuente de cristal estaba llena de ensalada de fruta, que se servía alegremente en los vasos del juego. Era otro tipo de relación y su papá estaba diferente: con su segunda esposa se comportaba, a los ojos de su hija, de forma inesperada.

El segundo matrimonio es un mundo nuevo. Sin embargo, siempre existe una historia pasada, que pesa sobre la situación presente. No nos olvidemos de  que, en la creación de ese segundo matrimonio, también está la experiencia del fracaso del matrimonio anterior y la  consiguiente vivencia  de pérdida de algo que no pudo ser. Están presentes el cuidado, la desconfianza, el recelo, el miedo por  lo que va a pasar y el proceso de adaptación a la nueva situación.

Los cónyuges de un segundo matrimonio tienen expectativas muy diferentes a las de la primera vez. Sus expectativas,  deseos convertidos en imágenes, proyectan un futuro esperado, como si fueran películas cuyo guionista son ellos mismos. Piensan, por ejemplo: “Esta es otra etapa de mi vida, por fin voy a tener un marido cariñoso a mi lado”, o bien: “Qué bueno va a ser vivir con una mujer que no esté quejándose todo el día”. O bien: “Esta es una nueva oportunidad que me dio la vida y quiero aprovecharla. Voy a poner toda mi energía para que esta vez todo salga bien, y sobre todo voy a hablar, voy a expresar lo que siento y pienso.”

Muchos segundos matrimonios deben enfrentar también el desafío de integrar a los hijos de relaciones anteriores. Estos y las antiguas parejas son personas que estarán siempre  presentes en la nueva vida que se inicia. La forma en que esta situación se articule va a ser clave para el éxito de la pareja nueva.

Es sumamente importante hablar sobre las expectativas de cada uno, antes de casarse por segunda vez. Negociar y ponerse de acuerdo en cuáles son las prioridades y  cuáles son los deseos, consensuar sabiendo que no es bueno que gane uno sino que ganen los dos.  Aprender a pedir, a hacer explícitos esos pensamientos que,  ocultos, nos juegan una mala pasada. Si alimentamos nuestros pensamientos pero no los comunicamos, el otro no se enterará de ellos; nos equivocaremos entonces cuando lo culpemos de nuestro malestar.

Cuando recibo en mi consulta a una pareja que quiere concretar un segundo matrimonio, suelo plantearles  una pregunta fundamental:¿qué expectativas tienen, en esta segunda pareja, el uno para con el otro? Una vez explicitadas, pregunto: ¿cómo piensan hacer para que esas expectativas sean compatibles entre sí? Como es inevitable que surjan conflictos, habría que reflexionar también sobre cómo han hecho hasta ahora para resolverlos, y qué recursos han venido elaborando para lograr acuerdos. Finalmente, habrá que definir de qué se hace responsable  cada uno para que vivir juntos sea para ambos una experiencia de placer.

A las nuevas parejas no suele faltarles amor. Lo que sí necesitan es habilidad para configurar juntos su vida, de modo que cada uno busque el bienestar del otro.

Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
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