La sustancia de la vida está constituida por experiencias que son resbaladizas y entonces se escapan. Por esa razón, hay que valorarlas y disfrutarlas al máximo. Son un tesoro valioso para abrazarlo, cuidarlo y mantenerlo. ¿Cómo se logra? Con amorosidad y dedicación. Un ejemplo simple pero concreto. Mariana, estudiante de 22 años, estuvo viviendo en Londres por ocho meses debido a un intercambio de la Universidad. En ese período, su vida cambió radicalmente. La cultura y el modo de vivir de Londres y de la Argentina son muy diferentes. Por empezar, la bicicleta fue su medio de transporte diario, llegó a quererlo y a encariñarse con él. A la vez, estar separada de su familia contribuyó para que se manejara de forma independiente. Era necesario hacerlo, no tenía a quién derivar la limpieza de su casa, el lavado de su ropa, la cocina de todos los días, actividades que no eran de la cotidianeidad en Buenos Aires. Hubo mayor tiempo de reflexión que la hizo sentir con capacidades que no había pensado que tenía. Se sintió con un control y una autosuficiencia desconocidos para ella. Percibió que podía…

Cuando volvió del intercambio, ya no era la misma persona que dudaba de su autoestima, había internalizado esas experiencias, ya las había hecho suyas y las iba a retener, no se le iban a resbalar, no lo permitiría.

Al escuchar la palabra resbaladiza, sin embargo, pienso en el aceite que es resbaladizo y por lo general mancha y las manchas de aceite no salen, aunque intentes limpiarlas. Serán como las experiencias que vivimos. No se borran, no se resbalan, permanecen en nuestro interior y nos sirven de aprendizaje para vivir las próximas que vendrán.

Y entonces habría una contradicción. ¿Se resbalan? Tratan de hacerlo, de caer en el olvido. Y nosotros debemos cuidar que no lo hagan. A veces tenemos que hacer mucha fuerza para que no sean olvidadas. Podrán ser vivencias positivas o negativas. Lo importante es cómo las observamos y de qué manera capitalizamos las vivencias. No creo en un destino determinado, pero sí en que los estímulos o los contratiempos que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida nos ayudan a construir lo nuevo de una manera diferente.

Me acuerdo de Susy, que estuvo cuatro o cinco años con Mariano. Toleró sus celos y desconfianzas hasta que, finalmente, pudo cortar esa relación que le arruinaba la vida. Pero he aquí que, al poco tiempo, comienza otro vínculo y en dos o tres oportunidades se da cuenta de que su nueva pareja la cela, aunque de forma muy sutil. Se siente molesta, no llega a darse una discusión, sin embargo, surgen momentos feos, incomodidades. Y allí, reflexiona. Hay situaciones que se repiten, quizás no de la misma forma, no podemos decir que son idénticas: Mariano provocaba escenas de celos cuando él sentía que ella miraba o hablaba con cualquier hombre. En cambio, Joaquín quiere ser su prioridad en todo momento, nada ni nadie lo puede anteceder. Por ejemplo: si ella está hablando con una amiga, si va al gimnasio, si está viendo una serie, lo que sea hay que dejarlo para estar disponible para él, que con su seducción y amabilidad encubre su autoritarismo. Sin embargo, hay similitudes que la hacen pensar. Ella vislumbra una luz roja que no le pasa inadvertida. Su pasado le avisa, hay una voz interior que se enciende y le indica que hay que detenerse, que no puede repetir ese tipo de relación. Ya la conoce, la vivió y la sufrió. Se decide. Propone unas entrevistas de pareja para buscar soluciones de entrada. En la situación terapéutica podrá registrar en el presente como quien lee las borras del café. Esas huellas son las manchas de aceite que no se borraron. Comenzarán a decodificar los efectos que cada uno produce en el otro y así desenmarañar esa madeja de momentos difíciles para ambos. Se verá si el amor puede más que sentir que uno tiene razón. Consensuar y aceptar las diferencias es un trabajo que se hace de a poquito y a medida que se logra da satisfacciones y bienestar. Poder mirarse a los ojos y aprender a entender al otro, registrar las alegrías y las penas para estar acompañados en el camino que juntos eligieron. Aprender de las cosas cotidianas que son las más problemáticas. Cuando se deconstruyen las discusiones a menudo se piensa: ¿es por eso tan simple que peleamos y sufrimos tanto? Sí, a veces es por eso. Sólo hay que ponerle ganas, deseo, mucha fuerza y dejar de lado la competencia para pasar a la colaboración. Y para eso están allí las manchas de aceite preparadas para ser leídas.

Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
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