¿Por qué “del dinero no se habla”? Porque viene siendo considerado en nuestra cultura occidental como el “vil metal”, algo bajo y sucio. Existe entonces un prejuicio: “contigo, pan y cebolla” es un refrán que niega que el dinero tenga ninguna influencia en la felicidad de la pareja. La gente cree que el dinero está siempre rodeado de intereses ocultos, de ambiciones desorbitadas, y que está en el terreno contrario al amor; sin embargo, es sólo un símbolo, un código, un instrumento. Lo que le hace mala prensa es que las personas lo toman como un vehículo de poder y lo usan como medio para someter a otras. El dinero es un modo de crear dependencia en las relaciones humanas.
Voy a poner el foco en las relaciones de pareja. En ella, es el hombre, generalmente, el que tiene mayor acceso al dinero. Siempre, en nuestra cultura, se lo consideró más capacitado que la mujer para generarlo y administrarlo. Esto quiere decir que el campo económico fue adjudicado en mayor medida a los varones, mientras que las mujeres fueron relacionadas con el terreno de las emociones. Tanto es así que, inclusive cuando la mujer recibía herencias propias, era ella misma la que otorgaba su manejo al marido, porque no se consideraba capaz para encararlo.
¿Cuál es el mecanismo a través del cual el dinero da poder? La persona que da exige o pide una retribución. Esta puede hacerse presente en forma de control, o a través del agradecimiento o del reconocimiento permanente. Es atractivo, para el dador, tener influencia en las decisiones de los otros. Un padre o madre que sostienen económicamente a sus hijos, por ejemplo, pueden volverse muy demandantes: exigirán tiempo, y fidelidad en todos los terrenos; los hijos temen muchas veces que, si se rebelan, perderán la protección y la tranquilidad económica a la que están acostumbrados.
Volviendo al ámbito de la pareja: el hecho de que el hombre aporte el dinero lo hace sentirse muchas veces acreedor al control de su mujer. Hay hombres que dicen, hablando de su esposa con los amigos: “Yo le doy todo lo que quiere, lleva una vida de reina”. Pero, ¡cuidado! : en la intimidad, el hombre puede quizá resarcirse de su proclamada generosidad, fiscalizando el uso que su mujer hace de lo recibido y restringiendo el aporte si ella sigue sus directivas.
A esta altura del artículo, mis lectores varones estarán tentados de enojarse y abandonarme. Para que no lo hagan, tengo algo que decirles: la situación puede plantearse al revés, podría ser la mujer quien generase el dinero de la pareja. En estos casos será ella quien estará tentada de controlar al varón, y la situación se volverá igualmente desafortunada. Esto sucede, por ejemplo, cuando la mujer tiene un progenitor de esos que funcionan como un Papá Noel, cubren necesidades que la pareja debería cubrir o inyectan en ella un modo de vida irreal, que no corresponde a sus recursos y prioridades genuinas.
Las dificultades con el dinero se reflejan en otras áreas de la vida: por ejemplo, en la sexualidad. Si hay ocultamientos, recelos y desconfianza en el ámbito económico, seguramente esas características las encontraremos en la intimidad de las relaciones. Tanto en el amor como en el terreno económico la protección y la confianza pueden replegarse frente al sometimiento y la resignación a la voluntad del otro.
En mi tarea terapéutica, considero que el tema del dinero es una cuestión importante que debe ser tratada a la par de otras, aun antes de que un hombre y una mujer tomen la determinación de vivir juntos. Así como se habla de dónde vivir o cómo criar a los hijos, sobre esta cuestión también hay que consensuar. Es importante ponerse de acuerdo en cuanto a cuál de los miembros de la pareja va a administrar qué fondos, y de qué manera, de modo que haya un consenso y una paridad en cuanto a los derechos. De todos modos, esto siempre se irá puliendo y, como la vida es muy dinámica, se irán produciendo cambios. Cuando la pareja ya está instalada, y surge la molestia provocada por el manejo conflictivo del dinero, la primera tarea es hacerse conscientes del problema y encararlo explícitamente. Ayudará mucho que el hombre y la mujer estén correctamente informados sobre sus derechos. Sobre esa base, habrá que construir una equidad que asegure la participación pareja en el manejo económico, a través de acuerdos basados en el amor y la confianza.
Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
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