En toda celebración de cualquier índole no debería faltar un vino espumante. Durante siglos se lo ha utilizado para el festejo de aniversarios, homenajes, bodas, triunfos y ocasiones únicas. Pero sobre todo, jamás ha existido otra bebida que estuviera tan estrechamente ligada a la seducción y al romanticismo.
Nunca ha dejado de estar presente en las más relevantes y diversas manifestaciones como la política, la literatura, la música, la pintura y también en la pantalla grande. Destacadas personalidades siempre han hecho referencias al Champagne, como por ejemplo el monje francés Dom Pérignon, a quien se atribuye su descubrimiento y dijo al beberlo por primera vez “…venid rápido, estoy bebiendo estrellas…”, haciendo una clara descripción del efecto que le producían las burbujas en su paladar.
Sir Winston Churchill, con una copa de su favorito Pol Roger, parafraseó nada menos que a Napoleón Bonaparte, cuando enunció “… en la victoria te mereces Champagne, en la derrota lo necesitas …”. Según Churchill, era un placer cotidiano para aquellos que conocían el significado de la palabra vivir.
El célebre escritor Alejandro Dumas colocaba una copa de Champagne al lado de su tintero porque sostenía que de ese modo su pluma tenía chispeante inspiración. Según palabras del pintor y escritor Max Jacob, si se escuchan atentamente las burbujas del Champagne, producen el mismo sonido que la espuma del mar y la arena.
Una anécdota describe que Federico Chopin, un genio pero a la vez tímido e introvertido, declaró su amor a la audaz novelista francesa George Sand luego de beber Champagne, diciendo que esto lo tornaba muy espiritual y un poquito loco.
Marlene Dietrich decía acerca del Champagne: “… me produce la impresión que todos los días fueran domingos y que los mejores días todavía están por venir …”
Para Madame Pompadour, el Champagne era el único vino que luego de ser bebido mantenía bellas a las mujeres y esto era mucho más que una frase, ya que en uno de sus bailes de máscaras en Paris se bebieron un poco menos de 2000 botellas.
De acuerdo con las reglas de Casanova, uno de los modos de atraer a una mujer era a través de su estómago. Él las cortejaba en festines en los cuales combinaba estratégicamente ostras y Champagne como herramientas de seducción.
El legendario James Bond era conocido como un personaje muy meticuloso a la hora de elegir sus bebidas y más aún el Champagne. Se decía que él era “sensible” al Dom Pérignon, al Tattinger y al Bollinger. De hecho esta última marca fue la que patrocinó al héroe en sus últimas películas.
A modo de detalle, luego de una persecusión en la película Goldeneye, Bond oprime un botón de su Aston Martin DB5, surge de un compartimiento refrigerado una botella de Bollinger y le sirve una copa a su chica. Más allá de la ficción, Pierce Brosnan reconoce que su favorito es el Moet & Chandon y una vez comentó “… no siempre soy Bond …”.
Algunos años atrás, en Goldfinger, James Bond afirmaba a una de sus amantes “… querida mía, existen algunas cosas que nunca deberían hacerse, como por ejemplo beber un Dom Pérignon ’53 a una temperatura superior a los 4º C; eso sería casi tan malo como escuchar a los Beatles sin protección en los oidos …”
Evidentemente, Bond conocía mucho de seducción y marcas de Champagne, pero sin duda sabía poco acerca de la temperatura correcta de esa bebida (unos 8º C a 10º C) y está claro que de música no entendía nada.
Continuando con los famosos, el Champagne también servía para canalizar ciertos caprichos, como por ejemplo, uno que tuvo Marilyn Monroe, quien un día no titubeó en sacrificar 350 botellas para llenar una bañadera y satisfacer un antojo matinal.
Por otro lado, algunos personajes trascendentes quedaron ocultos detrás de la figura del Champagne. Tal es el caso de Félix Kir, alcalde de Dijon, diputado y consejero general de la Côte d’ Or.
Este clérigo fue miembro activo de la resistencia francesa y defendió a sus conciudadanos en épocas de la ocupación alemana, para luego ser arrestado y ejecutado por la Gestapo. Paradójicamente, sólo se recuerda a este héroe con el nombre de un trago, el Kir (vino blanco y licor de cassis) o el más esnobista y sofisticado Kir Royal (Champagne y licor de cassis).