“¿Qué es la felicidad?”, preguntó un muchacho a su maestro.  “Tu pregunta es muy difícil de contestar”, respondió éste.»Te aconsejo que vayas al Tibet, y lo consultes con el Dalai Lama; seguro que él tiene la respuesta”. El joven vendió todas sus pertenencias, pidió dinero prestado, y finalmente consiguió llegar al Tibet. Caminó, caminó, y trepó hasta la cima de una montaña. Allí estaba sentado el Dalai Lama. Estaba sentado, con un gran pote de cerezas en la mano.” Por favor, maestro”, suplicó, “vengo de muy lejos. ¿Qué es la felicidad?”  Inmediatamente, el Dalai Lama contestó: “Un pote de cerezas”.»¿Un pote de cerezas? «, replicó el joven. El Dalai Lama levantó la cabeza y lo miró, perplejo. “¿Por qué?  ¿No es eso?”, balbuceó.

Este cuento nos sugiere varias reflexiones. En primer lugar, que la felicidad puede cifrarse en cosas muy pequeñas.  Puede ser en un momento un pote de cerezas, en otros  la sonrisa de la persona que amamos, o una película apasionante, un instante de un viaje soñado, un premio por algo que hemos hecho, o tantas otras cosas…

La felicidad es dinámica.  No está ligada de por vida a ningún objeto. Por ejemplo: la misma persona que a los veinte años encontraba su momento máximo de felicidad en la actividad deportiva, puede experimentar luego, a los cincuenta, que su felicidad ha rotado hacia los placeres de la vida intelectual.

La felicidad es transparente. A veces la tenemos muy cerca y no la registramos. Sólo en el momento de perderla nos damos cuenta de que la hemos tenido.

Hasta aquí, hemos reflexionado sobre las experiencias que nos dan felicidad. Pero ¿en qué consiste la felicidad? ¿Cómo se consigue? ¿Es algo que se encuentra o que se busca? Es una cuestión que viene preocupando a los grandes pensadores desde hace siglos.

Aristóteles decía que lo que nos hace felices es ser virtuosos, ser moralmente buenos. Luego surgió la teoría hedonista de la felicidad: ser feliz es recibir placer de algo o de alguien. Esa postura se intensificó cada vez más. En la actualidad, por ejemplo, la publicidad nos muestra imágenes de personas que entran en un éxtasis de felicidad a partir del placer de consumir cierto producto.

Sin embargo, no todo lo placentero es garantía de felicidad.

Guido, de 54 años,  pensaba que lo tenía todo: dinero, una mansión espectacular, sexo extasiado con su esposa de 24 años  y mucho tiempo libre para dedicarse a sus hobbies: parapente, carreras de autos,  comprar  costosos aparatos electrónicos, viajar.  Pese a todos estos lujos, no era feliz, aunque no entendía por qué. Además, se sentía culpable por no poder disfrutar lo suficiente de estas actividades tan valoradas por su entorno.

Es que en muchos casos, el placer puede ser destructivo;  lo único que proporciona son experiencias efímeras que dependen en su mayoría de una estimulación externa. Guido necesitaba descubrir algo que lo entusiasmara; que lo hiciera sentirse el autor de su propia vida; un proyecto que fuera  más allá de su propia satisfacción y , en consecuencia, ser reconocido y valorado .

A esta altura de nuestras reflexiones, quizá nos encontremos pensando en cómo hacer para ser más felices.  Algunas sugerencias que nos podrían resultar de utilidad:

  • Tratar de registrar los momentos lindos que  tuvimos , de modo que podamos buscar la forma de repetirlos.
  • Valorar las condiciones de felicidad dentro de las cuales transcurre nuestra vida cotidiana: a lo mejor no nos damos cuenta y no apreciamos a muchos de ellos.
  • No idealizar la felicidad ajena pensando siempre que somos nosotros los que estamos en falta.
  • Buscar crear espacios de felicidad para nosotros y para el mundo que nos rodea. Dar felicidad es recibirla.
  • La felicidad se construye. Tratar de trabajar  por ella en lugar de esperar que aparezca caída del cielo.
  •  Comprar un pote de cerezas. Quién sabe…

Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
https://www.facebook.com/Lic.Alicia.Bitton.Terapeuta/

wa.me/5491149281949